Como suelo hacer cada poco tiempo, me he puesto algo de Shostakovich. Este compositor tiene un no sé qué que hace que se convierta casi en un fetiche para mí. Bueno… creo que sí sé qué es: el lirismo trágico de su música sea cual fuere el tipo de composición. Ha habido muchos músicos trágicos en su forma de concebir la música instrumental: Beethoven lo era, Mahler lo era… y Shostakovich lo era. Se dice que en muchos casos la vida queda plasmada en la música del autor. Esta es una visión muy romántica, y no sé qué pensarían Hanslick o el propio Stravinsky de esto, pero ciertamente las vidas y las personalidades de estos tres músicos se pueden corresponder muy especialmente con lo trágico. El caso es que la música del soviético resuena más en mí que la de ningún otro. La expresión de melancolía desesperada de su música (no toda, claro, pero sí gran parte) para mí supone la ejemplificación perfecta de la catarsis.
A mi juicio es admirable esa capacidad de hacer una melodía hasta cierto punto previsible armónicamente y, de repente, cambiar un sólo intervalo entre dos notas y alterar así las expectativas del oyente, casi como jugando con eso. Esta habilidad la han tenido muchos grandes de la música, pero para mí Shostakovich lo hace como nadie al retorcer esos intervalos para que “duelan”. Esto es algo que desgraciadamente creo que no se puede enseñar, porque depende de tantas variables que se convierte en algo puramente intuitivo. Es curioso que yo lo diga, porque soy más bien cerebral en mi concepción musical, pero cuando algo o alguien te conmueve repetidamente no puedes negarlo.
Pues de entre toda su maravillosa música me gustaría declarar mi amor eterno por su producción de cámara. Su obra sinfónica es lo más conocido, y probablemente haya sido el último gran sinfonista, pero prefiero el formato reducido. Por dos motivos; el primero es el más obvio, y es que el de San Petersburgo estuvo absolutamente condicionado por las circunstancias políticas a la hora de escribir sinfonías: ahora hago algo que quiero, ahora me arrepiento por presiones y compongo según el gusto de las autoridades, ahora hago algo un pelín más arriesgado… En cambio con la música de cámara componía a su antojo, en la mayoría de los casos para guardar las partituras en un cajón. Entre estas obras destacan sus 15 cuartetos de cuerda, piezas llenas de ingenio compositivo en las que cualquier recurso tiene cabida: desde formas al más puro estilo barroco hasta dodecafonismo (el cuarteto nº 12 está concebido a partir de una idea serial no estricta). Sin poder considerar a Shostakovich un músico de vanguardia, ni siquiera neoclásico a pesar del uso de formas y recursos del pasado aderezados con elementos armónicos y rítmicos de su tiempo, sí que es cierto que el conservadurismo mostrado en parte de su creación sinfónica queda a un lado ante el libre uso de su paleta de recursos en todos y cada uno de sus cuartetos, siempre a merced de su espíritu trágico.
El segundo motivo por el que prefiero su obra de cámara es por la necesidad de un espacio más íntimo para la expresión melancólica ligada a su música. Es un compositor que domina como pocos el colorido de la orquesta, pero ésta puede resultar excesiva para que Shostakovich cuente lo que puede hacer con la soledad de dos, tres, cuatro o cinco instrumentos dialogando y los deje respirar, mostrando de manera lo más nítida posible los detalles de cada articulación.
Aprovecho para compartir con vosotros su último cuarteto, formado por seis movimientos lentos (Elegía, Serenata, Intermezzo, Nocturno, Marcha Fúnebre y Epíligo), a cada cual más triste (precaución: si piensas escuchar la obra entera del tirón, todo puede convertirse en un valle de lágrimas). Lo compuso unos meses antes de morir y hay quien lo considera su propio réquiem escrito en vida. La versión que más me gusta es la del cuarteto Borodin, mi favorita para interpretar estos cuartetos, pero como encuentro versiones incompletas o partidas pongo el enlace del cuarteto Emerson, que también es maravilloso. Disfrutad.
También cuelgo el precioso Intermezzo del Quinteto con piano, otra maravilla, y el movimiento final de su Trio nº2, obra que me enamoró y me impulsó a profundizar en la música de cámara de este genio.
Esta entrada me gusta especialmente, no es muy larga, ni llena de citas y referencias, pero rebosa autenticidad y sinceridad. Me conmueve Shostakovich y me conmueve tu desnudez al declararle amor eterno a su repertorio camerístico. Qué bien 🙂
Me alegra que te haya gustado, semitonía 🙂
Maravillosos comentarios para profundizar en y conocer mejor a Shostkovich
¡Me alegro de que así sea!