El disco comienza con el sonido de la multitud aclamando a los “heroes” que van a luchar. Es “Hooray” (6.24), que nos introduce en la exaltación inicial previa a la guerra. Los vientos y la batería suenan de forma casi patriótica, y podemos de disfrutar de un solo de trompeta de Dave Holdsworth y otro de saxo alto de Mike Osborne, ambos magníficos, con los trombones en segundo plano. Le sigue “Landscape” (15.25), mucho más sosegado. Durante cinco minutos nos describe el lugar donde va a tener lugar la batalla, sólo mediante el piano de Westbrook. Después entran los vientos, cada uno con una melodia diferente, dando colorido a la descripción. Bernie Living hace dos solos de flauta preciosos que suenan a la vez (grabados en pistas diferentes, claro), que dan paso a un dueto de contrabajos con arco, ejecutado por Harry Miller y Barre Phillips, y a otro de saxo barítono y saxo alto interpretado por John Surman y Mike Osborne, con los contrabajos apoyándolos. Westbrook intenta reflejar como las luchas humanas no son nada dentro del ciclo de la tierra. Entra la orquesta y estamos en “Waltz” (5.50), una bellísima pieza que nos ofrece un solo de saxo soprano de Surman que es de lo mejor del disco, apoyado por una fantástica batería. La inseguridad de los soldados que recorren el campo de batalla se pone de manifiesto en “Landscape (continued)” (0.38) que enseguida nos adentra en “Other World” (8.22). El ambiente se hace más denso. Escuchamos un solo de trombón de Paul Rutheford, con una base agitada, intranquila. La batería entra en forma de marcha, cada vez más fuerte, hasta llegar a “Marching Song” (11.30). Flauta, orquesta y piano, cada vez sonando más alto. La confusión va en aumento, hasta que surgen los saxos tenores de George Khan y Alan Skidmore, con la batería acelerada y un incansable piano de fondo. ¡Genial!. Entran los contrabajos y Skidmore continua haciendo solos impresionantes. Al final regresa el caos. Westbrook habla en sus notas de cómo en la guerra el individuo no es nada. Sólo importa como parte de la maquinaria bélica.
El segundo volumen comienza con “Transition” (5.12). A los contrabajos, tocados con arco, se les une el corno francés interpretando la melodia principal, y poco a poco, va entrando la orquesta. Después Malcolm Griffith se queda solo con el trombón y nos adentramos en “Home” (7.35), tema en clave de blues, donde la orquesta realiza diversos riffs mientras Griffiths ejecuta un fantástico solo. Hay un paréntesis donde los contrabajos se quedan solos con la batería, aunque la orquesta y el trombón regresan de nuevo. Se escucha a la gente hablar y aparece la trompeta de Dave Holdsworth, marcando el comienzo de “Rosie” (6.33), una bonita melodia que Westbrook ya grabó en su anterior álbum “Release” (1968). La combinación de la trompeta con el piano es preciosa y las posteriores melodias ejecutadas por los vientos nos muestran a los soldados en un momento de relajación. Este ambiente distendido se mantiene en “Prelude” (4.42), una excelente pieza escrita por John Surman, y donde Bernie Living, Mike Osborne y Alan Skidmore nos interpretan una bonita melodia con las flautas y el clarinete, apoyados por el corno francés, lo que le da un cierto aire oriental. Pero la sombra de la guerra sigue presente, y de nuevo es Surman quien nos lo muestra con su composición “Tension” (4.33). El ritmo tiene una fuerza increible y la energia que desprende la orquesta es sólo comparable con la de Surman y Skidmore a la hora de acometer los solos de saxo. ¡Buenísimo!. Tras un solo de trombón pasamos a “Introduction” (5.58), repleto de sonidos inquietantes, que representan los momentos oscuros previos a la confrontación. El ambiente tétrico se rompe con el saxo alto de Osborne en “Ballad” (2.25), pieza triste que estalla en “Conflict” (10.43). La cacofonia es absoluta. La orquesta parece haberse vuelto loca. Es la batalla, el horror de la guerra. A los cinco minutos, todo se calma, pero la tuba de George Smith sigue haciendo sonidos desagradables, con la batería de fondo totalmente desatada. El solo de tuba nos lleva a “Requiem” (0.51), pieza corta y majestuosa. El saxo soprano marca el final del disco. Es otra pieza de Surman, “Tarnished” (5.55), en el que es acompañado por el saxo alto, el piano y los dos contrabajos, uno tocado con arco y otro en pizzicato. Impresionante el solo de saxo alto de Mike Osborne. El álbum termina con una mirada irónica al himno nacional británico, “Memorial” (2.22), donde la locura de los vientos contrasta con la pomposidad del tema. Como el propio Westbrook escribía al final de las notas originales: “Una banda de metales para esconder los gritos de la muerte”.
Y aquí termina la crítica de esta obra maestra. No se os ocurra perdérosla.
Francisco Macias