Aunque el músico israelí Liran Donin está activo en muchos campos musicales diferentes, nosotros lo conocemos por ser el bajista del quinteto británico Led Bib, y uno de los máximos responsables de la contundencia de su sonido. Esta fue una de las principales razones por las que decidimos asistir a la presentación de su nuevo proyecto, Liran Donin’s 1000 Boats, plasmado en el álbum “8 Songs”, celebrada en el prestigioso club de jazz londinense, Vortex, el pasado 31 de mayo. No íbamos a ciegas, ya que habíamos tenido la oportunidad de escuchar su disco y, aunque su interpretación en directo fue mucho más intensa de lo que esperábamos, ya sabíamos lo especial que iba a resultar.
En este nuevo trabajo, Liran no sólo se revela como un excelente contrabajista (una faceta que desconocíamos, ya que con Led Bib toca el bajo eléctrico), sino también como un compositor sobresaliente. Su música es de una belleza y una sensibilidad extrema, repleta de matices, e interpretada con pasión y mucha fuerza. Su energía no proviene de ejecuciones veloces o cacofonías descontroladas, algo que por descontado también nos encanta, sino de una profundidad y una intensidad que proviene de lo más hondo de la personalidad de cada uno de los músicos.
Tanto en el disco como en directo, el contrabajo de Liran está acompañado por el maravilloso piano de Maria Chiara Argiró, que combina el jazz con el romanticismo y el minimalismo, el saxo alto de Chris Williams, un saxofonista impresionante al que conocemos muy bien por su trabajo en Led Bib o Let Spin, el saxo tenor del joven Josh Arcoleo y la batería del también jovencísimo, pero no novato, Ben Brown.
Para no resultar reiterativo, he decidido comentar tanto el disco como el concierto en un solo artículo, algo lógico si tenemos en cuenta que la actuación del quinteto en el Vortex tuvo como objetivo la interpretación íntegra del álbum en el mismo orden que en el Cd. A las 21.00 h. la banda se subió al escenario, y desde una mesa justo a su lado (deferencia del club y de Liran por haber viajado para verlos) comenzaron la actuación. Las primeras notas de piano y contrabajo, anunciando esa joya que es “I Can See Tarifa”, ya nos dejaron asombrados. El sonido era excepcional, y la magia de escuchar una pieza que conocíamos tan bien resultó sobrecogedora. La entrada de los saxos y las percusiones, la preciosa melodía, la riqueza y fuerza de la sección rítmica, y sobretodo, el tremendo solo de saxo alto de Chris, marcando el punto álgido de la pieza, son imposibles de olvidar. Si en el álbum el tema sorprende, en directo no hay palabras para describirlo. Ya no perdimos durante toda la velada esa sensación constante de asombro, motivada en gran medida por una energía y una intensidad, más contenida en la grabación en estudio, pero desatada en directo. Continuaron con “The Story of Annette and Maurice”, titulada así por los abuelos de Liran, con una bellísima entrada de piano con aires de Oriente medio. El contrabajo entró tímidamente para efectuar un maravilloso solo, apoyado por una repetitiva figura de piano, y poco a poco, los saxos y la batería se les unieron para protagonizar un “in crescendo” soberbio, con Chris y Josh combinado el sonido de los vientos y Ben Brown llenando de ritmo la sala, junto al contrabajo y el piano. Con el regreso a la calma, llegó nuestra percepción de la ruptura de fronteras musicales que logran los músicos de esta talla.
La siguiente pieza interpretada fue “Alma Sophia” (el nombre de la hija de Liran), interpretada en formato trió, con María, Liran y Ben alcanzando unas cotas de excelencia sorprendentes. Una de las mejores melodías del disco, tocada con gran elegancia, con una riqueza rítmica y melódica abrumadora, en la que el piano y el contrabajo van alternando el protagonismo, siempre inseparables, incluso durante los preciosos solos de cada uno de ellos. Belleza y fuerza en la misma medida, una auténtica celebración de la música y la vida. Y si no estábamos lo suficientemente maravillados, la banda cerró la primera parte de noche con “Tel Aviv to Ramallah”, un puente tendido entre dos culturas que necesitan entendimiento, y que marca otro de los grandes momentos del álbum. Una pieza guiada por el potente contrabajo de Liran, con los saxos interpretando la melodía al unísono, pero también replicándose el uno al otro, y con momentos en el que el baterista Ben Brown y el saxofonista Josh Arcoleo reclamaron su protagonismo en sendos solos, siempre apoyados por el resto de la banda, creando una unidad que en directo funciona como un reloj, pero con una enorme grado de libertad creativa.
Tras un breve descanso, la banda regresó al escenario para continuar repasando el disco. Sobre un silencio sobrecogedor, María Chiara intrerpretó “Paws”, una bonita pieza para piano solo, y la única compuesta por ella en el álbum. Después le tocó el turno a “Noam, Sea and Sand”, dedicada al hijo de Liran, y que durante casi 10 minutos nos dejó pegados al asiento con cara de asombro. La melodía de piano es de una belleza abrumadora, y el tema se plantea como un diálogo entre el piano y el contrabajo, mostrándonos una vez más las posibilidades sonoras de este instrumento. Una composición que no hace más que mejorar cuando entra la batería, y los saxos comienzan a entrelazarse y crear una nueva conversación. La misma interacción entre piano y contrabajo se plantea en “Gal and Osh”, también con una melodía preciosa, y que fue el siguiente tema que la banda abordó. Destacaron los solos de Liran, uno de los más bonitos de contrabajo que hizo esa noche, y el de saxo alto de Chris, muy bien apoyado por el tenor de Josh, con una sección rítmica cada vez más potente. Y para terminar, la ultima pieza del disco, dividida en dos cortes. El primero es la introducción, “New Begginings”, un tema muy rítmico, para piano, contrabajo y batería, en el que Ben Brown estuvo estupendo, y el segundo es “FREE”, en mayúscula, y que resume muy bien la actitud musical del quinteto, en el sentido de la amplia libertad estilística de la que hacen gala. Un emotivo final, con todos los músicos exultantes, llenos de energía, en el que Josh Arcoleo hizo un bonito solo de saxo tenor, y en el que pudimos disfrutar de una fantástica melodía tatareada por los músicos, mientras los saxos entraban y salían creando diferentes figuras sonoras.
En definitiva, una noche realmente especial. La sensación de formar parte de algo que se está gestando en esos mismos momentos es inexplicable, y ser testigo de la ilusión, la alegría y el talento de estos músicos tan enormes no tiene precio. Por otro lado, el disco es soberbio. Tiene algo especial que no le ha pasado por alto a nadie de los que ya lo han escuchado bien. Uno de los grandes discos de jazz contemporáneo del año.
Texto: Francisco Macías
Fotos: Carla Martínez