Este es uno de los conciertos fuera de España que he planeado con menos antelación en mi vida. Tres diás antes de su celebración, vi el cartel que publicó en facebook Michel Delville, líder de The Wrong Object, y poco después, algunos amigos que conocen bien mis gustos, me lo reenviaron a mi móvil. Un tributo al gran Elton Dean, fallecido hace ya 10 años, en una sala mítica de París como es Le Triton, a la que yo no había entrado nunca, y hecho por unos salvajes del jazz británico y francés, era algo que no me podía perder. Me puse en marcha, y como los precios eran asequibles, el sábado estábamos en París.
Le Triton es un pequeño club de jazz, donde caben unas 100 personas más o menos. Tiene un buen escenario, una acústica fantástica, y los conciertos se ven sentados (aunque detrás de las sillas y las mesitas hay espacio para estar de pie y una barra para beber algo). Nos sentamos en la tercera fila, a escasos metros del escenario y a eso de las 9.30 salieron los músicos tras una breve presentación, Evan Parker (saxo tenor), Paul Dunmall (saxo alto y saxello), Paul Rogers (contrabajo), Sophia Domancich (piano) y Simon Goubert (batería). Entre estos músicos hay mucha relación. Sophia Domancich coincidió a mediados de los ’80 con Elton Dean en la banda de Pip Pyle, Equipe Out, grupo por el que posteriormente también desfilaría el contrabajista Paul Rogers. Además, Domancich ha colaborado en varias ocasiones con Simon Goubert, y ambos formaron en 2004 ,junto a Elton Dean y Hugh Hopper la banda Soft Bounds. Además, Evan Parker y Paul Dunmall, junto a Rogers, pertenecen a la escena improvisadora londinense, por lo que coincidieron en diversas ocasiones con el antiguo saxofonista de Soft Machine.
Nada más empezar el concierto, me di cuenta que estábamos ante un homenaje, y no ante un tributo propiamente dicho, ya que la banda no iba a interpretar piezas de Elton Dean, sino que iban a improvisar libremente intentado captar el espíritu de su música. Durante 45 minutos, el quinteto no nos dejó prácticamente ni respirar. Desde los densos muros de sonido cuando todos tocaban juntos, hasta los solos maratonianos de Parker al saxo tenor o Dunmall al alto o al saxello, pasando por diversas combinaciones de duos y trios, con Paul Rogers totalmente en trance, maltratando el contrabajo con sus dedos o con el arco, Simon Goubert preciso, contundente, y sobre todo, imaginativo con las baquetas y Domancich más recatada (también es verdad que el piano se escuchaba algo más bajo que el resto de los instrumentos), pero siempre preparada para meter una línea veloz o algún pasaje melódico. La improvisación fue tan perfecta, tan orgánica, tan equilibrada, que a veces me parecía estar escuchando una sinfonía. Tuve la sensación que si grababa la actuación en un cd y lo escuchaba lo suficiente, podría memorizarla como si de una suite compuesta se tratase. Tras 45 minutos sin parar de tocar, hubo una pausa para que los músicos descansasen y tomasen algo, y un rato después, ya estábamos todos listos para el segundo pase.
Uno de los alicientes de este evento fue la aparición del gran flautista y saxofonista Didier Melherbe, conocido por muchos por ser miembro de la banda Gong, para la segunda improvisación de la noche. Antes de comenzar, Dunmall nos explicó que el saxello que estaba tocando era el de Elton Dean, ya que al fallecer este, su viuda se lo regaló para que no se perdiese ese sonido tan especial. De esta manera, esta segunda fase fue aún mejor que la primera. Las distintas flautas de tinte étnico de Malherbe le dieron otra dimensión al concierto, creando momentos casi cósmicos, pero a la vez con muchas raíces, junto al piano, el contrabajo o la batería. Además, apoyó con el saxo soprano los momentos de locura creada por los otros dos saxofonistas, ambos tremendos, aunque Dunmall con el saxello estuvo especialmente inspirado.
En definitiva, una velada muy especial. Al final de la noche estuvimos hablando un momento con Simon Goubert y nos comentó lo satisfecho que estaba del ambiente y la sincronía entre los músicos en ambas improvisaciones. Doy fe de ello.
Texto: Francisco Macías