Es ya una costumbre repasar el cartel del festival de jazz de Londres cada año. Casi 300 conciertos repartidos en 10 dias hacen que sea fácil encontrar actuaciones para todos los gustos, y si además uno es amante del jazz británico, es imposible no hacerlo. En esta ocasión, elegimos tres conciertazos de algunos de los grandes representantes del jazz inglés de los últimos 50 años, celebrados durante tres noches consecutivas.
Para comenzar, fuimos el viernes día 10 de noviembre a la sala principal del Kings Place, un magnífico centro cultural cerca de King Cross, al que ya fuimos hace unos meses para ver a Mike Westbrook. En esta ocasión nuestra cita era con el gran pianista y compositor Keith Tippett, uno de mis músicos preferidos. Esta era la cuarta vez que lo veíamos en concierto, pero siempre es diferente. Tippett, a lo largo de varias décadas, ha compuesto tanto para pequeñas formaciones como para grandes bandas, destacando además como un gran improvisador. Su música, como el jazz británico de calidad, no entiende de fronteras ni limitaciones, y con 70 años sigue componiendo obras y publicando discos de una calidad altísima. Por eso, era imposible no asistir a esta cita. La primera mitad del concierto consistió en una larga improvisación para dos pianos, en la que Tippett estuvo acompañado por Matthew Bourne, otro brillante pianista , que con sus 40 años de edad ya forma parte de la élite del jazz inglés en la actualidad. Su actuación como dúo sólo puede catalogarse de sorprendente. La elegancia, maestría, fuerza, intensidad y compenetración de sus ejecuciones nos dejaron a todos sumidos en un estado hipnótico, creando un ambiente en el que no se escuchaba a nadie ni respirar. Cuando dos músicos se sientan delante del mismo instrumento, uno frente a otro, y son capaces de crear de la nada lo que ellos crearon, y sobre todo, logran expresar de forma espontanea algo tan profundo, es un claro indicio que están a un nivel muy superior. La segunda parte de la noche consistió en la interpretación de la obra “The Nine Dances of Patrick O’Gonogon” por parte del Keith Tippett Octet. Esta joya se compuso por encargo en 2014 y se publicó en Cd en 2016, y aunque es algo más “clásica” que su anterior gran composición, “From Granite To Wind”, es un reclamo infalible para viajar a Londres. Además de al propio Tippett al piano y dirección, en el escenario pudimos ver al gran baterista Peter Fairclough y al trompetista de origen italiano Fulvio Sigurta, más varios alumnos de la Royal Academy of Music, como los saxofonistas Jim Gold y Paul Booth (que también se encargó de la flauta), los trombonistas Kieran McLeod y Rob Harvey, y el contrabajista Tom McCredie. Esta unión de veteranos con savia nueva era justamente lo que Tippett buscaba para este nuevo octeto, y el resultado fué sobresaliente. Casi una hora duró esta obra dividida en nueve partes y dos codas finales, en la que los ecos de las orquestaciones de gente como Mingus o Ellington se mezclaron con el free jazz, la clásica contemporanea o la música folk irlandesa, en un equilibrio perfecto entre la composición y la improvisación, con magníficos solos de casi todos los miembros de la banda. Música de una gran belleza, algo que se acentuó cuando casi al final Julie Tippetts subió al escenario para interpretar la versión vocal de “The Dance Of her Returning”, demostrándonos a que nivel mantiene la voz con sus 70 años. Una noche maravillosa, y nuestro festival particular no había hecho más que empezar.
Al día siguiente, sábado 11 de noviembre, nos pasamos un buen rato buscando el lugar en el que se celebraba nuestro próximo concierto. Se trataba de un club de jazz llamado Jazzlive At The Crypt, y efectivamente, se trataba de una verdadera cripta, ya que estaba situado en el sótano de la iglesia de St.Giles. Un lugar con mucho encanto, especializado en conciertos de improvisación libre, que era justamente lo que nos ofreció el cuarteto de Paul Dunmall. Dunmall es uno de los mejores saxofonistas que he podido ver en directo en mi vida. Esta era la tercera vez que lo escuchaba en vivo, y nunca deja de sorprenderme. Ha tocado con todo el mundo del jazz británico desde finales de los ’70, y en esta ocasión compartió escenario con el baterista Mark Sanders, el contrabajista John Edwards y el pianista Liam Noble. Dos improvisaciones de unos 40 minutos de duración cada una que nos dejaron sin aliento. Dunmall nos dió una verdadera “masterclass” de saxo, tanto con el tenor como con el alto, pero sobre todo con el soprano, al que estrujó y “torturó” hasta límites insospechados. Todo esto sobre una sección rítmica de lujo, con Edwards haciendo verdaderas barbaridades con el contrabajo (lo vimos hace unos años improvisando con el cuarteto de Evan Parker y ya sabiamos de lo que era capaz), Sanders elevando su batería a un nivel superior, conversando con el resto de instrumentos, y Noble, que aunque brilló con menos intensidad, también tuvo buenos momentos solistas con su piano. Una unidad compacta que parecía dirigida por una única mente invisible, capaz de generar todo tipo de sentimientos y estados de ánimo aparentemente de la nada, sin planificación previa, apoyándose sólo en la profunda imaginación, maestría y compenetración que demostraban los componentes del cuarteto.
Salimos de allí tarde, cansados pero extasiados, y con la alegría que da saber que aún nos quedaba una noche más de disfrute.
La tarde del domingo, dia 12 de noviembre, regresamos a Kings Place, en esta ocasion al Hall Two, una sala más pequeña, para la representación en directo de una maravillosa composición del músico canadiense, pero afincado en Gran Bretaña desde 1962, John Warren, “A Traveller’s Tale”. Compuesta en 1992, sólo se interpretó en directo una vez, en 1993, por el Brass Project del propio John Warren y el saxofonista John Surman, siendo grabada la actuación y publicada por vez primera en Cd hace unos pocos meses por el sello Fledg’ling. Esta formidable obra narra musicalmente las aventuras del abuelo de Warren, Jack, que nació en un barco anclado en Papua, sirvió en el ejército británico en la India y se convirtió en soldado de fortuna años después, para terminar desembarcando en Montreal, donde se casó, formó una familia, y trabajo en el ferrocarril. Para interpretar esta obra, 24 años después de su primera representación, Warren eligió al trio original que formaba el nucleo de The Brass Project. Un verdadero trio de ases, que nos emocionaron con su mera presencia, formado por el saxofonista John Surman, el contrabajista Chris Lawrence y el baterista John Marshall. Si hacemos una lista de todos los discos en los que estos músicos han tocado, nos encontraremos sin querer con una relación de muchos de los mejores discos del jazz británico de la historia, sin contar las grandes y mediáticas figuras del rock a las que han acompañado en algún momento de sus carreras. Pero por si esto no era suficiente, el trío estuvo acompañado por una sección de metales compuesta por 5 trompetas y 4 trombones escogidos entre los alumnos de la Royal Academy Of Music.
La interpretación de la obra fue perfecta. Se trata de una composición bastante accesible, con melodías muy poderosas y reconocibles, y una orquestación bastante clásica. Aún así, la imaginación e intensidad de la sección rítmica formada por Lawrence y Marshall era tal que podías pasarte todo el concierto mirándolos sólo a ellos. Surman estuvo genial, y tuvo varios solos, tanto al saxo barítono, como al clarinete bajo y al saxo soprano, y la sección de vientos sonaba de maravilla, con mucha potencia, envolviendo la sala con sus arreglos, y también protagonizando buenos solos. Al terminar, estaba satisfecho, pero tenía la sensación de que me faltaba algo más potente, con más mala leche, para irme tranquilo a dormir. Y fue como si me leyeran la mente. Tras una pequeña charla de John Warren, que se dedicó a la dirección de los músicos durante el concierto, anunció una improvisación del trío estrella al que después se les uniría el resto de la banda. Y fué quizás lo mejor de las tres noches. El ritmo jazzrockero que crearon Lawrence y Marshall, al más puro estilo Nucleus/Soft Machine, era increible, y el solo de barítono de Surman nos dejó rendidos. Pero es que después entraron las trompetas y los trombones y aquello no hacía más que crecer, y como colofón, Surman cogió el soprano e hizo el mejor solo de la noche. Casi 15 minutos de música celestial que nos puso a todos en pie. ¡Así se termina un concierto!.
En definitiva, tres noches inolvidables, que me refuerzan en mi pensamiento que no es fácil encontrar mejor música que la que se lleva haciendo en los últimos 50 años encuadrada dentro del epígrafe de “Jazz Británico”.
Texto: Francisco Macías
Fotos: Carla Martínez