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Entradas de la A a la Z

Tras cinco años de un relativo silencio, October Equus acaba de publicar su quinto álbum de estudio, “Presagios”. Un disco muy esperado, ya que su gestación comenzó en 2012 tras la publicación de “Saturnal” (Altrock,2011). La disolución de la amplia formación que grabó este gran trabajo hizo que sólo se registraran en su momento las […]

Es imposible para mí hacer una reseña objetiva sobre este disco, aunque en realidad, no suele ser mi objetivo principal cuando escribo. En este caso, como muchos de los que vais a leer este artículo ya sabéis, tuve el privilegio de asistir a las sesiones de grabación que han dado como resultado este último trabajo […]

 En 1994, George Cartwright publica su primer disco en solitario, «Dot», practicamente instrumental, pero con algunas piezas vocales (aunque ya había publicado con anterioridad algunos proyectos con el clarinetista Michael Lytle). Buscando un sonido diferente al de Curlew, recluta a la bajista Sue Garner, al baterista Sam Bennett, al guitarrista Chris Cochrane, al organista Evan Gallagher y a la acordeonista Anne deMarinis, contando, además, con la colaboración de otros músicos y amigos muy importantes en la escena neoyorquina del momento.

El álbum se abre con «Sandy Point» (4’22), tema sustentado sobre un pesado riff de guitarra, con una batería algo tribal y desgarrados pasajes de saxo tenor. El estribillo tiene un cierto aire sesentero. Le sigue «Gibbon» (4’23), otro buen tema con un riff de acordeón como base y un ritmo entrecortado muy al estilo de Curlew. La melodia de saxo se ve interrumpida por un solo de guitarra, donde Cochrane nos recuerda a Davey Williams, y otro fantástico de saxo alto con el órgano en segundo plano. Continuamos con la preciosa «A Black And Boiling Lie» (3’39), en la que colabora Zeena Perkins al órgano y al acordeón, Hahn Rowe al violín y Jim Spake al saxo barítono. Un tema optimista lleno de colorido, y donde destaca el solo de violín, con el apoyo del acordeón y el saxo barítono y una buena sección rítmica. Mucho más solemne resulta «Dyed» (3’34), composición dedicada al padre de Cartwright, y que me resulta algo aburrida. Con «Jaketown» (4’32) vuelve el tono optimista, con el acordeón como protagonista. En general, es una pieza algo repetitiva. Una especie de mantra de acordeón da paso a «Momosafe» (4’41), cuya melodia de saxo, con interludios de guitarra y acordeón, nos devuelve a la música de Curlew. Lo mejor, el solo de saxo tenor sobre una bonita base de acordeón y bajo. ¡Fantástico!

Con «The Raw Bird Sanctuary» (3’55) llegamos a uno de los momentos más intimos del disco y a las primeras partes vocales. La letra está extraida de un poema de Paul Haines y está interpretada por Ann Rupel a la voz, acompañada por Myra Melford al piano. ¡Preciosa!. Otra pieza vocal es «Fainting» (4’36), en la que la melodia vocal y la letra fueron escritas por Chris Cochrane y muy bien interpretada por Sue Bennett, que en algunos momentos, y salvando las distancias, me recuerda a Julie Driscoll. Está acompañada por el órgano de Zeena Perkins, detalles de saxo barítono de Jim Sparke y naturálmente, la sección rítmica de la que ella forma parte. Cartwright participa con un buen solo de saxo alto. Le sigue «One Good Secret» (8’28), interpretada en formación de cuarteto con Cartwright al saxo tenor, Myra Melford al piano, Brad Jones al contrabajo y E.J. Rodriguez a la batería. Es la pieza más cercana al jazz, con toques «free», del disco. La actuación de los cuatro músicos es fantástica, aunque yo me quedo con la de Melford al piano. «Baby» (2’48), es otro bonito tema vocal interpretada por Sue Garner a la voz, Myra Melford al piano y Will Rigby a la batería, que da paso a «No No No No Nee» (5’15), ultimo corte del disco, interpretada en formación de cuarteto, con Cartwright al saxo tenor, Rand Everett a la guitarra, Bruce Golden a la batería y Tim Lee al bajo. Estamos ante una pieza practicamente improvisada, con una base repetitiva sobre la que discurre el saxo y la guitarra. En definitiva, «Dot» se desmarca de la música que Cartwright hace con Curlew, pero las similitudes siguen siendo mayores que las diferencias, ya que el sonido que el saxofonista imprime en sus canciones y sus melodias son similares en todas sus facetas. Aun así, estamos ante un buen disco que gustará a los amantes de la banda neoyorquina.

En 1995, Curlew tiene una nueva formación. George Cartwright sigue al frente de la banda, como saxofonista y principal compositor, acompañado de sus viejos compañeros Davey Williams a la guitarra y Ann Rupel al bajo, y dos nuevas adquisiciones, Chris Cochrane a la guitarra, y Sam Bennett a la batería y percusión, que ya habían trabajado con él en su primer trabajo en solitario, «Dot» (1994). En este mismo año graban su nuevo trabajo, «Paradise» en los Crosstown Studios de Memphis bajo la supervisión de Rusty McFarland, y el resultado es un álbum que teniendo el sello inconfundible de Curlew, está más enraizado en el blues y el rock, con cierto aire sureño. La marcha de Tom Cora y su sustitución por un segundo guitarrista influye en el cambio de sonido, que pierde en parte su caracter vanguardista, aunque sin olvidar los elementos que han hecho de ellos una de las bandas más importantes del Downtown neoyorquino.

El disco se abre con «Gimmie» (4’56), compuesta por Ann Rupel, que consiste en una pegadiza melodia de saxo sobre un ritmo de shuffle. Buen solo de Cartwright, detalles de saxo barítono a cargo de Jim Spake, que participa como invitado y al que ya conocemos por su participación en «Dot», y una buena actuación de las guitarras, que durante todo el disco invaden los dos canales de sonido, Williams por la derecha y Cochrane por la izquierda. Esto obliga al oyente a escuchar el disco de forma atenta y frente a un buen equipo, ya que en un ordenador o en cualquier aparato que tenga los altavoces juntos no se puede disfrutar de estos detalles. Esto se nota todavia más en la siguiente pieza, «Big Stan» (4’47), compuesta por Davey Williams, y en la que podemos escuchar a los dos guitarristas haciendo dos solos diferentes, de forma simultanea, cada uno en su canal, encuadrado en un tema optimista, con la guitarra y el saxo haciendo la melodia principal, y que cuenta además con un buen solo de saxo tenor. Con «Dream of Rain» (6’50) entramos de lleno en las composiciones de George Cartwright. Es una pieza pausada, repleta de detalles, con melodias poco habituales pero de gran belleza, sutiles cambios de ritmo con aires jazzeros y una sección rítmica muy presente. Me gusta mucho el solo de guitarra de Cochrane por el canal izquierdo, mientras que en el derecho suena después la otra guitarra y el saxo. ¡De lo mejor del disco!

Seguimos con «The Popeye Hole(1967)» (6’56), con una melodia muy inocente, infantil, de saxo, con detalles de barítono y guitarra. Fantástico el solo de guitarra de Davey Williams y el de saxo tenor de Cartwright. Un riff de saxo intermitente nos introduce en «The Holy Goof» (5’17), con las guitarras como protagonistas, seguida de «Paradise» (6’03), en la que el motivo central de saxo está apoyado por percusiones y guitarra. Me gusta mucho el solo de saxo barítono y la utilización de los canales de sonido en los solos de guitarra. Cuando Williams hace el suyo por el canal derecho, los saxos se situan en el izquierdo, y cuando es Cochrane el que hace el solo, los saxos cambian de canal. Una pieza magnífica, que da paso a «Kangaroo» (6’19), donde encontramos de nuevo una de esas melodias que tanto gustan a George Cartwright, interpretada con dos saxos, y en el que Williams hace un tremendo solo de guitarra, con los saxos apoyándolo, y una destacable sección rítmica. La última composición de Cartwright del disco es la fantástica «Last Day» (2’38), con un atractivo ritmo sincopado,sobre el que se desarrolla un sugerente solo de saxo tenor, acompañado por efectos de guitarra. Ann Rupel es la responsable del siguiente corte, «Cowboy Mouth» (2’24), un tema lento, atmosférico, con pausas entre las notas y muchos efectos. Para terminar, un buen tema vocal de Chris Cochrane, «Postcard» (2’40), que cuenta con un bonito principio de saxo y bajo. En lineas general, un buen disco que marca el principio de una nueva etapa para la banda.

 

 A finales de 1997, el baterista Sam Bennet es sustituido por Kenny Wollensen, que en aquel momento formaba parte de los Electric Masada de John Zorn, y el nuevo quinteto publica, en 1998, su nuevo trabajo «Fabulous Drop». El disco comienza con «August» (7’46), una gran composición de Cartwright, que tiene un principio precioso, algo misterioso, con batería, saxo y guitarra, dando paso a un ritmo de bajo sobre el que el saxo y la guitarra interpretan la melodia principal. El saxo alto y el tenor suenan a la vez, y además podemos disfrutar de dos bonitos solos de guitarra fantásticos, primero el de Chris Cochrane por el canal izquierdo y después el de Davey Williams por el derecho. Me parece genial el final, con el saxo totalmente loco sobre el solo de guitarra y jugando con los canales. Curiosamente, y siendo algo muy subjetivo, el ambiente de estos últimos momentos me traé a la memoria el álbum «Islands» de King Crimson. Chris Cochrane es el responsable del siguiente tema, «Not Innocent» (2’37), un pieza corta e intensa, con un ritmo algo punk, y solos bastante libres de saxo y guitarra, con muchos efectos. Me recuerda al sonido de algunos temas de los Naked City de John Zorn. Continuamos con «Blood Meridian» (5’18), tema de George Cartwright que comienza con las dos guitarras interactuando sobre un hipnótico ritmo. Me encanta la melodia entrecortada de saxo, y después el fabuloso solo de guitarra de Williams y el solo de saxo, de aires «free», con una base de bajo y batería muy profunda, repleta de fuerza y que llena de solemnidad la parte final. ¡Genial!. Mucho más rockera es «Crazy Feet, Sensible Shoes» (3’35), compuesta por Davey Williams. Rápida, repleta de efectos, con una base ritmica cruda y un bonito solo de saxo tenor. Le sigue «Fabolous Drop» (5’26), un desenfadado tema de saxo, con interludios de bajo y percusión y de las dos guitarras sonando a la vez sobre una fantástica sección rítmica. Lo mejor, el solo de saxo final, con apoyo de guitarra y con Wolleson en estado de gracia. A ritmo de reggae comienza «Argon» (5’35), donde Cartwright combina partes melódicas de saxo con otras más libres y enrevesadas, y donde los guitarristas hacen una gran labor de apoyo, cada uno en su canal. Ann Rupel, cuyas composiciones suelen gustarme mucho, es la encargada de escribir la pieza más aburrida del disco, «Neither,Baby» (3’41), que tiene un cierto aire a club nocturno, y que consiste basicamente en un ritmo constante, con piano ( interpretado también por la bajista), saxo y efectos. Cartwright vuelve a la carga con «Funny Fun» (4’19), con un ritmo sincopado y melodia de saxo entrecortada, acompañada por la guitarra de Williams por el canal derecho. Me encanta la solidez de la sección rítmica, el solo de saxo con las guitarras de fondo, y sobretodo, el solo final de Cochrane, curioso, raro, y a la vez de gran belleza, con Ruppel creando unas bonitas figuras con el bajo. Y para terminar, «Dog House On the Moon» (3’50), otra desenfadada pieza de Cartwright, de aires caribeños, con la guitarra y el saxo como protagonistas.

En general, «Fabolous Drop» tiene un sonido más denso y profundo que «Paradise», sobre todo en la primera mitad del disco. Si hablásemos de un vinilo en lugar de un Cd, la primera cara del mismo sería mucho mejor que la segunda (y una de las mejores caras de su discografía), pero también es verdad que esas melodias alegres y esos ritmos desenfadados que encontramos en algunos de los temas de lo que sería la segunda cara, son otro de los elementos característicos del sonido de la banda a través de los años.

Tras la publicación del disco, Cartwright comienza a trabajar en el que sería su segundo álbum en solitario. Para ello, decide vover en parte a la formula de «A Beatiful Western Saddle», y contar de nuevo con la vocalista Amy Denio y con los poemas de Paul Haines. El resultado es un gran trabajo titulado «The Memphis Years», publicado en el año 2000, en el que el trio protagonista está acompañado por los saxofonistas Jim Spake y Lawrence Miller, el pianista Chris Parker, el baterista Doug Garrison, los bajistas Kevin Sheehan y Tim Goodwin, Tom Clary al fliscorno y la colaboración del guitarrista Davey Williams y el trompetista Scott Thompson. El álbum se abre con «Surprise! Surprise!» (4’10), una pieza vocal al más puro estilo «A Beatiful Western Saddle», donde destaca el bonito solo de trompeta con acompañamiento de piano y la repetitiva estrofa vocal. Le sigue «Some Nuance» (5’52), que comienza de forma pausada, con piano, contrabajo y batería, con un sentimiento muy jazzístico, seguido de la parte vocal, y un fantástico solo de piano, con una sección rítmica dinámica e imaginativa y unos buenos arreglos de viento. El viaje continua con «The Please fasten Your Seatbelt Sign» (5’22) donde contrasta el principio vocal de Amy Denio «a capella», lánguido, apagado y de gran belleza, con el posterior pasaje, compuesto por un pegadizo ritmo con el saxo soprano de protagonista y cacofonias producidas por el resto de los vientos, acercándose a terrenos «free», donde la sección rítmica destaca cada vez más. ¡Impresionante!. La primera composición instrumental de Cartwright en el disco es «Sleepers Awake To Singing Snakes (5’06), que comienza con batería y percusión, a los que se añade una sugerente línea de bajo, piano y poco a poco, la sección de vientos, combinándose magistrálmente. Continuamos con «J’acuzzi» (4’06), que se compone de una bonita y repetitiva línea vocal, construida sobre un cadente ritmo de piano y apoyo de los vientos, destacando el solo de saxo barítono de Jim Sparke. Pero lo mejor está aún por llegar. Me refiero a «Coffe and Pie» (10’18), un corte instrumental sobresaliente. Desde el principio es Lawrence Miller el que coge las riendas con su saxo tenor, interpretando la melodia principal y realizando un precioso solo. El acompañamiento de la sección rítmica y de los otros vientos es formidable, sobretodo durante el posterior solo de piano de Chris Parker. ¡Me encanta!. Un solemne principio de piano nos introduce en «In Serious Veins» (6’36), que combina partes nostálgicas con otras más optimistas, y que da paso a «He Who’d Ask» (2’30), una pieza alegre, con un buen piano y buenos saxos. La siguiente pieza, «Clumsy» (4’27), es mucho más misteriosa, destacando el piano y los saxos en la segunda mitad del tema. Con «Made Idea» (8’21) llegamos a otro de los grandes momentos del disco. Totalmente instrumental, comienza con una fantástica introducción de piano y fliscorno, entrando más tarde el contrabajo y la batería. Totalmente alucinante resulta el solo de fliscorno, el acompañamiento del piano, los saxos y la sección rítmica, el cambio de ritmo y el solo de guitarra de Williams con los vientos como orquesta y todas las partes improvisadas de piano, bajo, batería. ¡Formidable!. Tras este temazo, repleto de jazz y de imaginación, llega una pieza mucho más ligera, algo ingenua, «Fluffypie and Warrior» (4’07), que nos lleva hasta el gran final, «Zero Street» (11’33), composición instrumental, al igual que las dos anteriores. La primera parte del tema es pausada, enigmática, con notas distantes de piano, toques de fliscorno y saxos y una misteriosa batería, a los que después se le añaden sonidos de guitarra y contrabajo tocado con arco. De repente, parece que comienza un nuevo tema, mucho más rítmico y pegadizo, con los saxos actuando como una orquesta. Me gusta mucho el solo de fliscorno, y en general, todo lo que lo acompaña, hasta llegar al solo final de Cartwright. Un buen final para un disco notable, muy diferente tanto a su primer álbum en solitario como los trabajos de Curlew que lo rodean, repleto de buen jazz, grandes arreglos e imaginativas improvisaciones, que se combinan muy bien con las partes vocales y las más características del sonido Curlew.

En 2002 la formación de Curlew ha vuelto a cambiar. George Cartwright y Davey Williams siguen al frente del grupo, pero ahora la sección rítmica está compuesta por Fred Chalenor al bajo y Bruce Golden a la batería, y en lugar de un segundo guitarrista, volvemos a encontrar un teclista en la banda, Chris Parker, que habitualmente toca el piano acústico, aunque a veces también utiliza el piano eléctrico Wurlitzer. Con esta nueva alineación, Curlew publica «Meet The Curlews!» a finales de año. Sabemos que esta misma formación llevaba casi dos años tocando juntos en directo gracias a la actuación que tuvo lugar en julio de 2001 en Minneapolis, totalmente improvisada, y recogida en el LP ”Gussie”, nunca editado en Cd. “Meet The Curlews” es, en mi opinión, el disco más flojo de toda su carrera. Cada miembro tiene espacio a la hora de componer, aportando cada uno un tema, siendo Cartwright el que se encarga del resto. En general, me resultan algo insulsas, aunque hay piezas interesantes, como «Space Flight Cat» (3’18), de Fred Chalenor, «Cold Ride» (5’42), de Chris Parker, o las composiciones de Cartwright, «Lemon Bitter» (6’48) o «MIddle and Fall» (5’40). Respecto al sonido del disco y la ejecución de los temas, echo de menos a Ann Rupel, que tenía una forma muy peculiar de tocar el bajo, Wiiliams y Cartwright me parecen menos inspirados, Golden cumple su papel a la batería y Parker, aunque buen pianista, tiene aquí a veces un estilo cercano al «mainstream» que no tenía en el álbum de Cartwright «The Memphis Years», restando fuerza en ocasiones a los temas. Naturálmente, este es un disco de Curlew, y por lo tanto tiene partes interesantes, como la última parte de saxo y piano de «Late December» (7’02) (o la interpretación que Parker hace de ella en «Late December -Reprise», con el piano solo), la tensión de la sección rítmica y el buen papel del saxo y el piano en «Cold Ride» (5’42), la guitarra de Williams en «Middle and Fall» (5’40), o las partes de piano, más cercanas al jazz, en «Barn Door» (5’48) o «Meet the Curlews» (6’47).

Aquí termina esta segunda parte del artículo sobre Curlew, que al final tendrá una tercera entrega, debido a la idea de última hora de comentar también los trabajos de Cartwright al margen de la banda.

Francisco Macias
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