Es imposible disimular mi pasión por este disco. Si tuviera que salvar 50 títulos de mi colección, este sería uno de ellos sin dudarlo. Barry Guy es uno de los grandes compositores y contrabajistas del jazz británico. Desde que a mediados de los ‘60 formara parte de la Spontaneous Music Ensemble, y poco después del trio de Howard Riley, no ha dejado de trabajar y de interesarse por diversos estilos musicales. Una de las partes más interesantes de su carrera es la que le conecta con la London Jazz Composers Orchestra, big band de free jazz formada a principio de los ’70, influenciada por la Jazz Composer Orchestra norteamericana, liderada por Michael Mantler. Es con esta orquesta con la que Guy ha escenificado sus mejores y más complejas composiciones desde 1972. De todas ellas, mi preferida es “Harmos”, grabada para el sello Intakt en abril de 1989, inaugurando prácticamente una etapa donde la melodía adquiere importancia en la composición, creando un contraste fantástico con las partes más experimentales. “Harmos” se compone de un solo tema de 43 minutos de duración, que trasciende a cualquier estilo y se erige como una obra maestra de la música en general, aunque naturalmente está dirigido a un público de amplias miras y acostumbrado al lenguaje del free jazz y la improvisación. Está interpretada por 17 músicos, y la lista da vértigo.
Un golpe de orquesta da comienzo a la obra. Los trombones de Alan Tomlinson y Radu Malfatti (los amantes del jazz británico recordaréis a este músico austriaco por su pertenencia a bandas como Ninesense o Brotherhood of Breath) se combinan mientras la orquesta crea una gran tensión. El ambiente se relaja en el minuto 2’17, con la tímida entrada de una preciosa melodía sobre la que los vientos siguen jugueteando como pequeños animales. En el minuto 4’05 aparece el saxo alto de Trevor Watts (toda una leyenda de la improvisación libre británica, líder de la Spontaneous Music Ensemble junto con John Stevens) interpretando el motivo melódico principal de la obra, momento en el que el espíritu de la música de Carla Bley sobrevuela la grabación. El saxofonista hace un precioso solo, siendo ahora la orquesta la que interpreta la melodía principal, entrando en el minuto 9’00 la trompeta del gran Henry Lowther, apoyando al saxo y mejorando aún más el pasaje. Un dúo impresionante que desaparece en el minuto 11’24 cuando una entrada de trompetas, de aires medievales, irrumpe en la escena, para regresar de nuevo a la melodía inicial con el violín adornándola. Aparece Simon Picard, uno de los músicos más jóvenes de la agrupación en aquel momento, que realiza un solo de saxo tenor espectacular, comenzando de forma tranquila y que a raíz del fantástico cambio de ritmo, con la orquesta interpretando una especie de marcha triunfal, se acelera y se convierte en una verdadera maravilla. Tras más de un cuarto de hora de predominio de la melodía, en el minuto 17’09, la pieza se adentra en terrenos más áridos, con la improvisación adquiriendo protagonismo, y con 4 partes bien diferenciadas. Todos los solos tienen el apoyo ocasional de la orquesta, y no funcionan de forma independiente, sino que dan libertad creativa a los intérpretes en un marco planeado, que forma parte de un todo. La primera tiene como protagonistas el trombón de Paul Rutherford (un verdadero genio, que nos dejó en 2007 tras casi 50 años de carrera) y el contrabajo de Barre Phillips (mítico miembro de The Trio, junto a John Surman y Stu Martin). La segunda, que empieza en el minuto 21’28, nos deleita con el trio formado por el trompetista Jon Corbett, el impresionante saxo barítono de Paul Dunmall y la batería de Paul Lytton, otro de los grandes del jazz británico. La tercera (26’35) la protagoniza el violinista Phil Wachsmann y la corneta de otra figura importante, Marc Charig (los amantes de King Crimson lo recordarán por su participación en “Lizard” o “Islands”). La cuarta y última parte de esta sección más anclada en el free jazz y la improvisación, nos deja con la orquesta y la tuba de Steve Wick. Los contrastes son importantes en este tipo de obras, y el efecto que se consigue en el minuto 30’29, cuando regresa la melodía, es devastador. Con un inicio que me recuerda a Zappa, y unos aires de jazz clásico, la orquesta entra majestuosa, dando paso al piano de Howard Riley, uno de los músicos más importantes del jazz inglés, y al saxofonista Peter McPhail, que ejecuta un precioso solo de saxo alto donde se pasa con suma facilidad de la cordura a la locura, desembocando en una nueva orgia de free jazz, con la batería de Lytton y la orquesta recordándonos la tensión inicial. Un nuevo cambio en el minuto 36’49 da paso a uno de los grandes tríos en su estilo, formado por el gran Evan Parker al saxo soprano, Barry Guy al contrabajo y Paul Lytton a la batería. El pasaje es espectacular, y con la entrada del motivo melódico principal, que contrasta con el enfermizo soprano de Parker, entramos en la recta final del disco, regresando el saxo alto de Trevor Watts y la trompeta de Henry Lowther y creando junto a la orquesta un emotivo y sensacional epílogo.
Mucha de la gente que ha venido a escuchar música a mi casa durante los últimos 10 años, se ha enfrentado a “Harmos” por vez primera, y la sensación de todos ellos, y de mí mismo en su momento, fue la de haber oído algo muy especial, de una calidad y una genialidad difícil de encontrar.
El año pasado, el sello Intakt publicó esta obra también en Dvd, en una versión en directo grabada en 2008, con una formación diferente de la London Jazz Composers Orchestra. Os la recomiendo también.
Francisco Macias