Me ha costado varias semanas decidirme a hacer la reseña de este disco. No ha sido sólo por lo vago que estoy para escribir últimamente, ni por el hecho de que el disco sea de una banda que va a leer el artículo (algo que siempre asusta), sino también porque no es fácil hablar de esta obra en particular. Su sonido se acerca al jazz rock, con melodías bien definidas y algunas influencias árabes y orientales y del Sonido Canterbury, es decir, no se ciñe a un único estilo, y sus temas no se basan en sucesiones de solos, sino que cada uno de los componentes de la banda demuestra su virtuosismo en conjunto, creando una combinación de sonidos y una atmósfera llena de colorido. En este sentido, y aunque el disco se grabó entre 2009 y 2010, creo que supone una cierta evolución con respecto a la música de October Equus. Quizás este disco no habría sido grabado por Angel Ontalva y sus secuaces en este momento concreto, y quizás no tiene la complejidad que podemos notar en “Saturnal” de October Equus, pero creo sinceramente que la apertura a otros sonidos siempre supone una cierta evolución.
La banda está formada por Ángel Ontalva (guitarra), Amanda Pazos (bajo), Victor Rodriguez (teclados), Fran Mangas (saxos) y Toni Mangas (batería), y cuenta con la colaboración de Pablo Ortega al violonchelo y Salib a la voz.
El disco no podría comenzar de mejor forma. “Sopla Viento del Este” (4’36) tiene una de las mejores melodías que Ángel ha compuesto. De aires morunos que nos recuerdan al rock andaluz de los ’70, esta pieza está repleta de cambios de ritmo y en ella hay espacio para el lucimiento de todos los componentes de la banda. Le sigue “Bounkam Reverie” (4’08), un tema que me produce una gran sensación de paz, sobre todo por la línea de bajo de Amanda, el solo planeador de teclado y los sonidos que Ángel extrae de la guitarra. Algo más misteriosa es “Leilya” (4’01), en la que Fran hace un corto pero magnífico solo de saxo, siguiéndole Ángel con la guitarra. El vocalista Salib pone el toque árabe. Seguimos con “Una Para Lars” (3’57), dedicada a Lars Hollmer, que falleció a finales de 2008, que nos hace rememorar el Sonido Canterbury y que tiene como mejor baza no sólo la bonita melodía principal, sino también la aparición del violonchelo de Pablo y los esquemáticos, pero soberbios, solos de teclado y guitarra.
Silencio, y comienza la suite “Sendas de Ofir”. Una melodia que vuelve a llevarnos a Canterbury, “En Ruta” (1’40), nos adentra en esta gran pieza, y nos guia hasta “White Bird” (6’21), otro de los mejores momentos del disco. La melodía, que me recuerda al estilo de Javier Paxariño, es excelente. Me encanta la parte central, tranquila pero llena de tensión, con la guitarra y la batería como protagonistas, pero con el resto de la banda presentes ayudando a crear el ambiente, que se transforma cuando llega el solo de teclado. Me parece sensacional el cambio de esta pieza a “Sendas de Ofir” (4’44), de una fuerza enorme, con una buena variación de la melodía anterior, interpretada con el saxo con el apoyo del teclado. Cada segundo que pasa el corte va mejorando hasta llegar a un excelente solo de saxo y guitarra, con el teclado y la sección rítmica también muy inspirados. Unos preciosos momentos de teclado nos lleva hasta “Oricalco” (2’33), con un ritmo fantástico y unas partes de guitarra que me gustan mucho y que nos guían hasta la parte final de la suite, “Oricalco Coda” (2’38), con efectivos toques de flauta turca, tocada por Ángel, y una bonita combinación de teclado y guitarra.
Tras la suite escuchamos “Aurelia Quiere Saber” (2’24), cuya melodía, interpretada con la melódica de Víctor, me recuerda mucho a “Calyx” de Hatfield and the North. Le sigue “Sunda Stream” (2’43), uno de los momentos más potentes del disco, con un cierto aire oriental y ritmos cambiantes que paran, se aceleran, vuelven a parar…Para terminar podemos escuchar “Aguas del Balgradas” (4’18), algo más densa, con una línea de bajo grave, sobre la que se desarrolla sin embargo una melodía pegadiza, arropada por gran cantidad de detalles por parte de todos los miembros de la banda.
Estamos ante un disco de cierta complejidad (la banda es la que es, y se nota), pero que a la vez resultará muy asequible para gran parte del público “progresivo”. Los músicos no intentan demostrar sus habilidades especialmente, pero nada más comenzar a escucharlo notamos la fuerza de sus composiciones, la solidez de su sección rítmica y la habilidad de los solistas para crear texturas y sorprendernos. Mención especial merece el artwork de Ángel y la habilidad de Amanda para mezclar y masterizar el álbum, que suena realmente bien. Os lo recomiendo sinceramente.
Francisco Macias