Lo primero que a uno se le viene a la cabeza tras realizar varias escuchas del último trabajo de October Equus, es la enorme cantidad de trabajo que ha sido necesario para que nosotros lo estemos disfrutando en nuestro equipo de música. En primer lugar, el trabajo de Angel Ontalva y Victor Rodriguez para componer las trece piezas que componen el disco, de una complejidad considerable y que tienen la virtud (y como no, la dificultad añadida) de comprimir en 4 o 5 minutos temas que podrían haber durado el doble o el triple debido a la cantidad de información que contienen. En segundo lugar, el trabajo de la banda al completo para interpretar unas composiciones de este calibre y conseguir un sonido propio, tremendamente compacto. En este tercer disco, la banda se aleja más de las bandas que le han influenciado, consolidando un sonido característico, encuadrado dentro de lo que denominamos RIO, pero de una gran personalidad. De hecho, hay momentos en los que los diversos instrumentos están tan bien coordinados que consiguen un único sonido, que parece provenir de una única fuente de sonido, y no de siete. Todo esto es aún más difícil de conseguir cuando hay dos nuevos miembros que han entrado en la banda una vez ya compuesto los temas del disco, el violonchelista Pablo Ortega y el saxofonista Alfonso Muñoz, al que muchos conocemos por su trabajo en Planeta Imaginario. Esto requiere un gran esfuerzo no sólo por parte de los recién llegados, sino también por parte del resto de los músicos y sobretodo de los compositores, que tienen que adaptar su obra para añadir los nuevos instrumentos. Además, poco antes, había ingresado en la banda un nuevo baterista, Vasco Trilla, también de la banda Planeta Imaginario y uno de los mejores de la escena progresiva nacional, que ha conseguido adaptarse muy bien al sonido de October Equus y tocar de una forma excepcional. En tercer lugar, el trabajo de Amanda Pazos para crear una base rítmica consistente junto a un baterista de la calidad de Vasco y para realizar la mezcla de un disco de semejante envergadura, y el de Fran Mangas para compartir su papel solista con otro saxofonista, y juntos crear bases más densas y profundas. Y en cuarto y último lugar, el trabajo de Ángel a la hora de crear un libreto de 12 páginas repleto de dibujos originales de una calidad altísima, con una de las mejores portadas que he visto en mucho tiempo, y naturalmente, crear unas bases sonoras con su guitarra sobre las que se asientan buena parte del sonido característico de la banda. Lo más grande es que todo este trabajo se hace por amor al arte, sabiendo que muy probablemente, no habrá una recompensa económica, lo que hace que aún tenga más valor. Por todo esto, lo mínimo que los oyentes les debemos es hacer un esfuerzo al escuchar el álbum, esfuerzo, por otro lado, totalmente indispensable a la hora de valorarlo en su justa medida.
Respecto al disco en sí, sólo escuchar la primera pieza, “Estructuras primitivas en el Crepúsculo” (4’38), escrita por Victor, y una de las mejores del disco, nos percatamos de los que nos espera. Melodías oscuras y complejas, ritmos cambiantes, atmósferas fantasmales de teclado, bonitas combinaciones de piano y violonchelo, con destellos de saxos y un fantástico trabajo de guitarra. Otra cosa que me encanta de la música de October Equus son las partes obsesivas, como la que caracteriza la maravillosa y pegadiza composición de Ángel, “El Furioso Despertar del Homúnculo Neonato” (3’19). El ensamblaje de los instrumentos es perfecto, con pequeños solos de saxo y guitarra, y una sección rítmica limpia y muy activa. El toque “cinematográfico” del disco lo pone Victor con “Una Mirada Furtiva en la noche Saturnal” (7’04), pieza densa, con una guitarra dramática y un ambiente magnífico con nuevos detalles que se van descubriendo en cada escucha. Tras una pequeña e interesante miniatura, “Ingravidez” (1’11), Ángel nos sorprende con otra de las grandes piezas del álbum, “Llegó Como un Amanecer Ardiente” (3’29). ¿Como se puede decir tanto en tan poco tiempo?. La base de guitarra es aplastante, las melodía de los vientos maravillosa, los detalles de órgano y teclados en general muy acertados, y me encanta la base rítmica. Después, Victor nos ofrece primero una pieza tranquila, de gran belleza, “Realidad Ciega” (2’59), regalándonos después otro de los grandes momentos de “Saturnal”, “Avanzando Velozmente Contra el Viento Lacerante” (3’19), en la que consigue, con sus teclados, la sensación que nos quiere dar a entender el título (o más bien al contrario, ya que el título fue sugerido tras grabar la pieza). Preciosas figuras de guitarra y saxo y un pequeño momento de locura de los dos saxofonistas que, reconozco, me hubiera encantado que fuera más largo. Le siguen dos nuevas miniaturas de Ángel, “Un Mundo de Sueños Abstractos” (0’46) y “No Pudieron detener el Silencio” (1’42), que nos llevan hasta una de sus mejores piezas, “Sutiles Ecuaciones Vivientes” (6’01), de una complejidad considerable e infinidad de partes diferentes, donde destaca una preciosa melodía de guitarra acompañada a la perfección por los vientos. Victor es el encargado de componer el tema corto que más me gusta del disco, “Ella era Invisible a la Oscuridad” (1’11), donde Ángel le imprime un sonido oriental, realmente bonito, a la guitarra. Le sigue “¡Abre los Ojos!” (4’45), otra pieza de Victor, de gran fuerza y donde me gusta especialmente la batería de Vasco y algunos momentos de guitarra. Pero lo mejor está aún por llegar. Para terminar el disco, la banda ha elegido el que quizás es el tema que más me gusta de toda su carrera, la composición de Ángel Ontalva “Último Refugio” (5’32). Me encanta como se combinan el teclado y la guitarra tanto al principio del tema como al final, el papel de Pablo al violonchelo, el precioso solo de guitarra sobre una dinámica base de bajo de Amanda, la inquieta batería de Vasco, pero sobretodo, me parece excepcional la melodía central, de una belleza y una inspiración sobresalientes, interpretada tanto por los vientos como por la guitarra, que nos deja un magnífico sabor de boca cuando termina el disco.
October Equus no es una banda de largos solos, por lo menos en sus trabajos de estudio. Su música, para los que disfrutamos de enormes solos de saxo y largos desarrollos, suena en ocasiones algo contenida, pero es de una precisión y una belleza indiscutibles. Con “Saturnal”, la banda ha alcanzado un nivel altísimo, no solamente dentro del panorama nacional, sino a un nivel global, y creo sinceramente, que con esta formación o cualquier otra, les queda mucha buena música que ofrecernos en el futuro. Pero estamos en el presente, así que escuchad con atención este disco y descubriréis que tenemos aquí mismo, en nuestro pais, a algunos de los grandes músicos de este estilo.
Francisco Macias