Al escuchar el álbum debut de los norteamericanos OHO, volvemos a recordar la época en la que el “Rock Progresivo” no se consideraba un estilo sino una actitud. Ahora, esta etiqueta se utiliza en muchas ocasiones para definir a bandas cuyo sonido se centra en la música que hicieron otras formaciones muchos años atrás, sin aportar nada nuevo, lo que hace que oyentes como yo ya no se encuentren cómodos dentro de los límites de un género que no tendría que tenerlos. OHO llegaron tarde a la fiesta vanguardista de finales de los ’60, pero aún a principios de 1974, cuando se grabó “Okinawa”, hicieron gala de una libertad creativa, de una cultura musical, de una apertura estilística propia de sólo unos cuantos elegidos. Para mí escuchar este disco es una aventura, un viaje que te sorprende constantemente y que te deja pegado frente al equipo de música desde que comienza hasta que termina.
OHO se formó en Baltimore en 1973. El nombre se compone de las iniciales de los apellidos de los tres responsables de su creación, Mark O’Connor (teclados y voz), Steve Heck (bajo, guitarra y voz) y Joe O’Sullivan (guitarra, voz, piano,etc…). Sin ninguna intención de grabar nada, comenzaron a añadir a su música poemas y textos algo psicodélicos, e invitaron a unirse a la banda para las actuaciones en directo al vocalista Jay Grabosky (que ya había coincidido con O’Connor y O’Sullivan en proyectos como Quinn o Little Hans a principios de la década) y al baterista Larry Bright. Además, para la grabación de “Okinawa” en enero de 1974 contaron con la colaboración del vocalista de Orange Wedge, Greg Coulson, del baterista Raymond Indiana (que terminó grabando todas las baterías del disco), del saxofonista Gen Meros y de Boris McFinnie, dirigiendo la sección de metales. La edición original del disco en vinilo no fue publicada por ningún sello discográfico conocido, convirtiéndose en una de las primeras ediciones privadas y autoproducidas de la época. En 1995 el sello Little Wings of Refugees recuperó buena parte de las sesiones originales de la época, creando una obra de 73 minutos de duración, con 30 cortes repartidos en cuatro discos de 10 pulgadas, cuando el vinilo original sólo contaba con 15. En 2010 el disco fue reeditado en Cd por el sello Rockadrome, incluyendo las sesiones completas. El resultado es excepcional, y al escucharlo nos preguntamos como algunas de las mejores canciones quedaron inéditas hasta mediados de los ’90. La respuesta es simple. El vinilo tenía una limitación de tiempo y no era posible publicarlo en doble LP por cuestiones económicas.
¿Qué vamos a escuchar al reproducir el disco?. Pues una música difícil de catalogar. Beatles, Kinks, los primeros Pink Floyd, Kevin Ayers, Zappa, Captain Beefheart, Gentle Giant…..Rock, blues, jazz, folk, psicodelía…¡Rock Progresivo con mayúsculas!, porque ¿que puede ser más avanzado y rompedor que una concepción musical amplia, sin límites?. Nada de temas largos y grandes desarrollos instrumentales, sino muchas piezas cortas, repletas de contenido y cambios de registro. El público “progresivo” más clásico disfrutará de canciones como “ Hyphenate Ice-Less” (3’52), con muchos cambios de ritmo y una bonita parte vocal, con los teclados y la guitarra como protagonistas; “Hogshead” (5’50), también maravillosa, con aires a Gentle Giant, órganos psicodélicos, pianos trepidantes y una línea vocal muy teatral; “The Salient Sickle Sucker” (5’20), instrumentalmente sobresaliente, con Jay Grabosky cantando de maravilla sobre una base excelente de piano y mellotrón de Mark O’Connor; “Sorry” (3’18), con una combinación fantástica de teclados y guitarra, o la corta pero intensa “Gotta Write a Poem” (1’16), dramática y algo obsesiva.
También hay sitio para cortes más desenfadados, pero no por ello menos interesantes, como “Horse Remorse” (3’31) o “Fast Bananas” (2’53), ambas con arreglos de viento, “Ain’t Life Dumb” (2’24), que podía haber sido cantada por Kevin Ayers sin problemas, o “The Insipid City of York” (2’58), que comienza de forma inocente, para después convertirse en un tema potente con un bonito solo de guitarra de Joe O’Sullivan. Este último también se atreve con el folk ácido y la psicodelia en dos cortes donde toca todos los instrumentos, “Manic Detective” (2’04) y “Last Dance” (0’59).
La influencia de Zappa y Captain Beefheart se hace patente en canciones como “A Frog For You” (2’31), con una letra muy en la onda de los Mothers de finales de los ’60, “Hairy Bag” (1’00), la preciosa “Lemon Flowers (2’12), o “The Continuing Story of Cragwheel the Corpse Pt. II” (6’18), uno de los mejores momentos del disco, con muchos cambios de ritmo, donde todos los músicos están increíbles.
Por último, destacar algunas melodías realmente conmovedoras, como la de “Pale Hippo” (1’49) o “The Plague” (4’10), una obra maestra donde O’Connor esta genial al piano, al órgano, al clave y al mellotrón; o la fuerza de canciones como “Duva” (3’03), con aires hardrockeros psico-progresivos, arreglos de viento y una parte vocal a lo Arthur Brown o Roger Chapman.
En definitiva, una joya de la música de estadounidense de los ’70 que no puede dejar indiferente a ningún amante de la buena música. La banda siguió su trayectoria musical publicando discos fantásticos como “Vitamin OHO” o “Dream of the Ridiculous Band”, que aún no han sido reeditados en Cd, pero esto es ya otra historia…….
Fran Macias