Tierra quemada es una de las grandes sorpresas del pasado 2015, sin duda. Se trata del segundo disco en solitario de Ángel Ontalva, en el que se rodea de sus compañeros de October Equus: Amanda Pazos al bajo, Víctor Rodríguez a los teclados y melódica, y Vasco Trilla a la batería y percusiones. A éstos se suman Marc Egea a la zanfona y duduk, Pablo Hernández a los saxos, Luiz Rocha a los clarinetes, y Pablo Ortega al violonchelo. De nuevo, como viene siendo habitual, la producción ejecutiva corre a cargo de Francisco Macías, y el libreto cuenta con fantásticas ilustraciones pintadas por el propio Ángel, aka Ángel H. Rodríguez.
Aun habiendo disfrutado mucho su primer disco, Mundo Flotante, y siendo un fan de October Equus, debo reconocer que me he quedado gratamente sorprendido con este álbum. Quizá sea el más variado, maduro y equilibrado del compositor, y si digo que es lo mejor que le he escuchado, probablemente no resulte descabellado ni exagerado. Aquí encontramos un balance perfecto entre composición e improvisación, entre tradición y vanguardia, entre lo acústico y lo eléctrico… Estamos ante un disco enormemente heterogéneo en influencias, en el que cualquier música “de género” se queda muy pequeña para clasificarlo. Quizá por eso mismo estamos ante un gran disco de Rock Progresivo, pero también puede ser que lo sea demasiado como para ser tenido en cuenta dentro del “género”.
Empezamos con “Tarlaya Ektim Sogan”, una original pieza con influencias de músicas balcánicas y de Turquía. Se caracteriza por esas largas y complejas melodías de Ángel, aquí con un cierto aire que recuerda a Secret Chiefs 3, con los teclados orquestales y otros con un timbre cercano al Cimbalón. Los añadidos de los vientos le aportan un fantástico colorido a la pieza.
Continuamos con “No return”, una composición de tiempo medio con el protagonismo de una melódica que cabalga sobre sobre una preciosa melodía, matices canterburianos y momentos que me recuerdan a Piazzolla: aire nostálgico y una melódica a modo de bandoneón. El final es un fantástico tour de force guitarra-zanfona-melódica yo diría que mayormente improvisado, con reminiscencias étnicas sin definir, como gran parte de este disco. Una maravilla.
“Tierra Quemada” es la siguiente pieza. El inicio con el contrapunto entre percusiones (el teclado diría que actúa como una especie de kalimba) y clarinete bajo trae a la mente a los Volapük de Guigou Chenevier, con ese toque folklórico que proviene de todas partes y de ninguna. De nuevo, una fantástica melodía larga y retorcida made in Ontalva es la que vertebra este tema. Una vez más los detalles de los vientos, con los solos de saxo de P. Hernández y clarinete bajo de L. Rocha, le dan un espectacular colorido. Una gran muestra de composición al estilo Rock en oposición-world music.
“Ugetsu” es una delicada muestra improvisatoria pero estructurada, imagino, entre Ángel Ontalva, las percusiones de Vasco Trilla y el duduk de Marc Egea, a los que se van añadiendo los teclados, el Chelo, el bajo y la zanfona. La pieza comienza desde una tonalidad indefinida y termina desarrollándose en un modo típico oriental. El crescendo y la “tensión serena” que se crea son fabulosos.
“El Telele” es la pieza más típicamente Avant-rock del disco, la cual podría ser firmada por October Equus sin ningún problema. Es una composición oscura, obsesiva, compleja y con una estructura más cerrada que las previas. Como suele ocurrir, los arreglos y el nivel compositivo es óptimo, con unos solos de Ángel a la guitarra y de Pablo al saxo soprano realmente inspirados.
“Comanche” es otra gran pieza con melódica como instrumento principal en el que se contraponen momentos oscuros con otros más luminosos, pero con una línea similar al tema anterior, como unos October Equus más libres.
“Bicycles were quite popular in the Forbidden City” es una preciosidad cuyo inicio me trae a la mente a la maravillosa “Último refugio” de October Equus, quizá la pieza más conmovedora de Ontalva para mi gusto. Los detalles de teclado de Víctor Rodríguez son realmente bellos, y el papel del chelo le da un aspecto orgánico a la composición que pone los pelos de punta. ¡Qué bien instrumentado está este disco!
Y para cerrar el disco, “Cobra Trap”, una pieza en la que se impone un pegadizo ostinato de bajo sobre el que surge otra gran melodía de Ontalva sorprendentemente arreglada, en la que todos los instrumentos se van alternando. Todo transcurre en un tranquilo crescendo de regusto canterburiano, en el que no hay ningún climax apoteósico, como tampoco ocurre en el resto de temas. Todo sucede de forma sutilmente pergeñada, como para no dejar de degustar cada detalle textural y tímbrico, donde surgen detalles contrapuntísticos, colchones armónicos y solos de forma natural, sin apariciones abruptas, con absoluta fluidez. Un derroche de buen gusto y un cierre inmejorable.
En definitiva, para cualquier amante de las músicas abiertas este álbum es OBLIGADO. No sólo es de lo más interesante hecho en 2015 en nuestro país, sino a nivel internacional. Sé que parezco un gruppie, pero hacedme caso, lo recomiendo encarecidamente.
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