Realmente enganchado me tiene el álbum debut de la banda escocesa The Blue Ship, titulado “The Executioner’s Lover”. Un disco grabado entre finales de 2012 y principios de 2013, publicado como descarga legal en el verano de ese mismo año, y por fin, publicado como doble Cd por el fantástico sello italiano Altrock. Abordé la primera escucha como si de un disco de Rock en Oposición se tratara, sabiendo que contaba además con muchas partes vocales, y la sorpresa fue mayúscula.
El sonido del disco se basa principalmente en la maravillosa voz y el piano del compositor y líder de la banda, Paul Napier, que también toca la guitarra y el mellotrón, las cuerdas del cuarteto formado por los violinistas Aaron McGregor y Daniel Paterson, el chelista Robert Anderson y la violista Emma Pebbles, el acordeonista Ross Fleming y la sección rítmica formada por el bajista Simon Cottrell y el baterista Roy Shearer. Además, encontramos algunos arreglos de viento interpretados por los saxofonistas Martin Fell y Scott Murphy, y el trompetista Tim Quick.
La música es romántica, intensa, dramática, y oscura a la vez. La mezcla de estilos sorprende y lo hace difícil de clasificar. Desde una perspectiva cercana al “Rock Progresivo” encontramos pasajes que nos recuerdan a Van Der Graaf Generator, Devill Doll, Miasma and the Carousel of Headless Horses, Beat Circus o Matthew Parmenter, pero si a esto le añadimos la influencia de la música de cámara, de la música clásica, de los musicales, de las óperas de Kurt Weill…., el resultado es realmente impresionante. Incluso hay momentos que traen a la memoria a los primeros Queen, a melodías propias de The Kinks, o a proyectos como aquellas “Cartas para Julieta” de Elvis Costello y el Brodsky Quartet o el apasionante “Heaven and Hell” de Joe Jackson. El disco nos traslada desde el West End londinense, representado por la sobresaliente voz de Napier, una mezcla de cantante de musical, Matthew Parmenter e incluso con ciertos detalles a lo Brian Ferry, hasta las oscuras calles del Whitechapel del siglo XIX, con sus prostitutas y asesinos. Nos lleva desde los salones de baile hasta las tabernas repletas de marineros ebrios, entonando sus cánticos. Lo romántico se une a lo gótico y a lo esperpéntico, en un despliegue de belleza imposible de explicar con palabras.
El disco se divide en dos cds. El primero nos ofrece 11 piezas, con todas las características anteriormente explicadas, y el segundo una sola composición instrumental de 19 minutos de duración, que da título al álbum, y que está interpretada exclusivamente por el cuarteto de cuerda, con David Munn al violonchelo sustituyendo a Anderson, y la violista Charlotte Penketh en el lugar de Pebbles. En total, 85 minutos de deleite, donde todas las canciones forman un todo que nos atrapa irremediablemente. Una joya para mentes abiertas que vean en este tipo de proyectos una forma de creación, que resultando de elementos conocidos, surge como novedosa para los oyentes. En mi caso, al fusionar música grotesca, espectral, con el romanticismo propio de los musicales y elementos propios del RIO o el rock progresivo, me han atrapado. Toda una experiencia que os recomiendo.
Francisco Macias