La edición número 35 del festival “Jazz Em Agosto”, que se celebra cada año en Lisboa, pasará a la historia como uno de los monográficos más extensos que se le ha hecho a un solo compositor contemporanéo en Europa. Desde el día 27 de julio hasta el 5 de agosto, la capital de Portugal se ha llenado de la música de John Zorn, con más de 20 formaciones distintas interpretando las composiciones de este genio neoyorquino, y otras actividades relacionadas. Para colmo, todo esto ha estado organizado por una organización privada, la Fundación Calouste Gulbenkian, creada a mediados de los ’50 con la enorme herencia del magnate del mismo nombre, y que gasta casi 100 millones de euros anuales en actividades culturales, además de poseer un museo, una orquesta y un ballet propios, bibliotecas, salas., etc…
La primera velada comezó con Nova Quartet, una de las formaciones Zornianas más activas desde su creación en 2011, integrada por Kenny Wollensen (vibráfono), Trevor Dunn (contrabajo), Joey Baron (batería) y John Medesky (piano). Aunque su actuación me resultó algo menos intensa que las que escuchamos el año pasado en Hamburgo y Hertogenbosch, fueron 30 minutos magníficos, en los que se mezclaron fuerza, sensibilidad, elegancia…, y en los que hubo momentos muy melódicos así como otros más vanguardistas, propios del espíritu del ciclo de composiciones denominadas “Bagatelles”. Después les tocó el turno a Asmodeus, uno de los tríos más brutales que pueden escucharse en la actualidad. Marc Ribot a la guitarra, Trevor Dunn al bajo eléctrico y el gran Kenny Grohowski a la batería. La primera vez que escuchamos en directo este proyecto fue en el festival de jazz de Willisau, en septiembre de 2016, con el brutal Tyshawn Sorey a la batería, y posteriormente, con la misma formación, los vimos una segunda vez en Hamburgo en marzo de 2017. En esta ocasión, el trío era ligeramente diferente, pero su actuación no pudo ser mejor. 35 minutos de repertorio “Bagatelles”, interpretado con una mala leche, una precisión y un virtuosismo apabullantes. Un espectáculo difícil de describir que nos dejó a todos en en estado de shock.
La segunda noche estaba ocupada totalmente por la actuación de Simulacrum, un proyecto de una fuerza enorme, con John Medesky al órgano, Matt Hollenberg a la guitarra y Kenny Grohowsky a la batería. Si no me equivoco, era la tercera vez que los veíamos, y es sin duda, una de las bandas del Universo Zorn que más nos gustan en la actualidad. Tres salvajes que recogen el testigo de bandas como Painkiller o Moonchild, y que mezclan riff duros propios del Metal y el Hardcore con pasajes de una complejidad rítmica y melódica enormes, con aires vanguardistas y a la vez tremendamente primitivos, interpretados con destreza y mucha energía. 60 minutos maravillosos, que nos supieron a poco.
La última noche comenzó con la actuación del cuarteto de la pianista Kris Davis, acompañada por la guitarrista Mary Halvorson, el gran contrabajista Drew Gress y Kenny Wollensen a la batería. Su excelente concierto fue parecido al que dieron en Hamburgo el año pasado, aunque quizás menos intenso. Creo que en parte fue porque en Hamburgo el baterista era Tyshawn Sorey, y sin duda le imprimió más fuerza a la música. De todas formas, me encantó la interpretación de las “Bagatelles” por parte de este cuarteto, que se mueve entre el jazz y la música contemporánea. Y para terminar a lo grande nuestra estancia en el festival, el trío de John Medesky, con dos músicos brutales a su lado, el guitarrista David Fiuczynsky (Screaming Headless Torso, Hasidic New Wave,etc…) y el baterista Calvin Weston, miembro original de Asmodeus. Los diez primeros minutos de su concierto fue quizás lo que más me gusto de todo lo que escuché en el ciclo. Espíritu setentero, con mucho órgano Hammond, unos ritmos de percusión y batería alucinantes y una guitarra sobresaliente, tanto en las partes rítmicas como en las solistas. El resto de la actuación, por el estilo, con momentos realmente funkies, y otros más cercanos a la música de vanguardia.
Resumiendos, tres noches maravillosas, de un nivel musical altísimo, y compartidas además con buenos amigos. ¿Qué más se puede pedir?
Texto: Francisco Macías
Fotos: Carla Martínez